Una reseña de Megalopolis, la nueva película del legendario director, Francis Ford Coppola. Contiene spoilers.
Después de varias décadas en desarrollo, y fondeada con su propio dinero, por fin llega Megalópolis a salas de cine. De la mente de unos de los cineastas más legendarios del cine, Francis Ford Coppola, llega esta fábula moderna.
CÉSAR VS CICERÓN
El conflicto principal de la trama se centra entre Cicerón (Giancarlo Esposito) y César Catilina (Adam Driver). Catilina es un brillante arquitecto (la película frecuentemente nos recuerda que es un genio, pero en pocas ocasiones vemos su genio en acción, solo vemos resultados de su genialidad), ganador de un premio Nobel por la creación del material milagroso “Megalon” (la falta de curiosidad de Coppola sobre este material es uno de los pocos verdaderos pecados de esta película), que busca construir “Megalópolis” (una utopía), por cierto, Catilina tiene la habilidad de detener el tiempo (pongamos un pin sobre esto). Cicerón, por su parte, es el alcalde de Nueva Roma, no aprueba el estilo de vida de Catilina, un mujeriego, drogadicto, y sospechoso del asesinato de su esposa; Cicerón es un hombre práctico, tan enfocado en el aquí y el ahora, que no le ve utilidad a los sueños de Catilina, ¿por qué invertir recursos persiguiendo un sueño que quizá no sea posible, cuando la gente necesita ayuda ahora? Es un concepto interesante, y si la película se hubiera enfocado exclusivamente entre esta rivalidad (practicidad versus anhelo), o en el monumental trabajo que implicaría la construcción de Megalópolis, creo que esta hubiera sido la obra maestra que muchos esperaran que fuera; sin embargo, Coppola tiene mucho en su mente, y esta rivalidad pasa a segundo plano por largos tramos de la película, para explorar otros aspectos de Nueva Roma (una nada sutil alegoría de Nueva York, y, por extensión, Estados Unidos), lo que tiene como resultado una falta de enfoque narrativo, con secuencias que tienen poco tejido conectivo, por gran parte de la película es difícil ver a dónde quiere llegar Coppola con su visión, y eso es lamentable.
fragmentos de sueños
A pesar de todos estos contratiempos narrativos e inconsistencias en ejecución, la película funcionó para mí, y creo que es mejor entendida, o por lo menos apreciada, como fragmentos, o fragmentos de sueños, el resultado de todos los temas que Coppola desea explorar, y lo pone todo en pantalla: crítica social, metáforas visuales y simbólicas sobre el inevitable paso del tiempo (Catilina pasa mucho tiempo viendo la ciudad, parado en un reloj enorme), así como su preocupación por el futuro del arte, su país, y el mundo. Por este motivo, creo que es mejor apreciarla como sueños, pues Megalópolis contiene secuencias verdaderamente inspiradas, donde todos los elementos se unen y nos logran ver lo que Coppola quería lograr, secuencias como un simple paseo nocturno en carro, que se vuelve en un juego de espionaje, o los restos de un satélite Ruso que, mientras caen sobre Nueva Roma, su luz proyecta las siluetas de la gente en angustia sobre los edificios de la ciudad, o un número musical que toma lugar en una interpretación moderna de un coliseo romano.
Esta fragmentación narrativa también afecta los temas de la película, pero esto no siempre es negativo, tomemos como ejemplo la habilidad de Catilina de detener el tiempo, el instinto natural sería utilizarlo como un instrumento narrativo, o como el rasgo definitivo de su protagonista; sin embargo, Coppola lo utiliza de forma simbólica, como la marca del espíritu del artista, hay un diálogo muy bien logrado entre Catilina y Julia Cicerón (la hija del Alcalde Cicerón, interpretada por Natalie Emmanuel), donde ella explica como, gracias a Catilina, entendió la forma que tienen los artistas de manipular el tiempo (aunque hubiera preferido que la película nos mostrara esto, en lugar de decírnoslo), es una observación adecuada de la habilidad que tiene el arte de resistir el paso del tiempo, y, en ocasiones, trascenderlo; por la forma en la que termina la película, sabemos que este es un don heredado por su hijo.
Como crítica social, creo que la secuencia que mejor funciona es el número musical “My Pledge” de la virgen Vestal Sweetwater, aquí Coppola logra capturar muy bien la hipocresía de la élite de los habitantes de Nueva Roma, muchos de ellos degenerados, que convierten la “inocencia” de las mujeres jóvenes, y, por lo tanto, su virtud, (ilustrada por medio de su virginidad) en un fetiche, que exaltan y explotan comercialmente, compitiendo por quien puede ofrecer más dinero sobe su virginidad. Me recordó a muchas artistas jóvenes, a quienes se les construye una imagen de inocencia para ser explotada comercialmente, pero que son condenadas si son descubiertas haciendo lo que todos los demás hacen, como disfrutar de su propia sexualidad. En el número musica, la virgen Vestal usa un vestido construido con megalon, que le permite esencialmente hacerse invisible, “Pueden ver a través de mí”, le dice a la audiencia, pero es en realidad un disfraz: transparencia utilizada para ofuscar.
...hubiera sido muy fácil que la película diera el salto al mundo de la farsa, en lugar de lo fantástico.
Otra brillante secuencia es el paseo nocturno que mencionaba previamente, en el que la hija de Casio sigue a Catilina mientras va al “purgatorio”, en un barrio bajo de la ciudad, y ambos son seguidos por Clodio Pulcher, el primo de Catilina, los lentes usados por Coppola, junto la cinematografía y la edición, vuelven este paseo en una persecución onírica, por desgracia Coppola decide dañar su propia secuencia insertando escenas donde una estatua de Iustitia (la diosa romana de la justicia) se pone a dormir en la acera. El problema no es tanto la idea, pero la falta de sutileza en el simbolismo, y lo pobremente logrado que están los efectos visuales (¿no hubiera sido más efectivo pasar por las ruinas de una estatua de la señora Justicia?).
¿ET TU, FRANCIS?
Hablando de la dirección de Coppola, considero que, por lo general, está muy bien lograda, la misma película nos dice que es una “fábula”, pero visualmente ese es un terreno difícil de manejar, aquí Coppola lo hace con éxito, en parte gracias a los lentes circulares que utiliza pues, a diferencia de los lentes anchos o angulares, se asemejan más a la forma del ojo, en otras palabras, son muy similares a cómo percibimos el mundo, por lo que los elementos de estilización vienen de parte del diálogo (los personajes frecuentemente están citando a Shakespeare, y el diálogo está escrito para ser entregado con cierta teatralidad), la gradiación del color, y las actuaciones del gran elenco; esta elección de estilo es tan importante que siento que si Coppola hubiera optado por lentes angulares (que pueden distorsionar la forma del cuerpo, dependiendo de la cercanía de los personajes con la cámara), hubiera si muy fácil que la película diera el salto al mundo de la farsa, en lugar de lo fantástico.
...hay una verdadera expresión a través de la luz y la sombra.
En cuanto a las actuaciones, Adam Driver hace un muy buen trabajo como César Catilina, Driver tiene un verdadero talento de adaptarse a la vibra de los grandes cineastas con los que ha trabajado, siempre se siente creíble, sin importar con lo absurdo del material con el que tenga que trabajar. Natalie Emmanuel me sorprendió, pues aunque siempre es una presencia agradable en pantalla, su rango siempre lo había considerado como limitado, pero aquí está a la altura del material (la mayor parte del tiempo), y funciona adecuadamente como el corazón emocional de la película. Se agradece la presencia de Dustin Hoffman, aunque sea en un papel increíblemente limitado; Laurence Fishburne es excelente como el chofer de Catilina y narrador de la historia; Aubrey Plaza interpreta a Wow Platinum, Plaza, junto con Shia LaBeouf, tiene el peor material con el cual trabajar, su personaje es unidimensional e inconsistente (es introducida como una reportera de tabloides, pero termina como una femme fatale), pero su actuación es la adecuada para el material con el que tiene que trabajar. Por su parte, LaBeouf (un actor que no me agrada mucho) prácticamente irreconocible al inicio, interpreta a Clodio Pulcher, el primo de Catilina, el material con el que tiene que trabajar es difícil (una versión caricaturesca y exagerada de Fredo de El Padrino), pero logra hacer algo interesante con lo que en otras manos (como las de Jared Leto) pudo fácilmente haberse convertido en un festín de sobre-actuación. Giancarlo Esposito es otro gran miembro del elenco y es agradable verlo trabajar con material distinto al del súper villano estoico que, por desgracia, se ha visto encasillado por casi una década, Cicerón es la oposición intelectual de Catilina, pero Esposito le da múltiples matices, también es un padre amoroso, un oficial electo que en realidad se preocupa por sus gobernados, su hija lo ve como alguien que se está ahogando en las arenas del tiempo, es una actuación muy bien lograda, y su decisión de tomar el camino a la utopía, cerca del desenlace de la película, me conmovió. Y, por último, está John Voight, aunque no comparto su ideología política, claramente se está divirtiendo haciéndole al geriátrico degenerado, la decisión de tenerlo disfrazado como Robin Hood mientras asesina a su esposa y a su nieto es, a la vez, desconcertante, y absolutamente hilarante.
juegos de luz y sombra
La cinematografía, a cargo de Mihai Malaimare Jr., también es bastante buena, Megalópolis se ve increíble (la mayor parte del tiempo), y hay una verdadera expresión a través de la luz y la sombra. El soundtrack, de parte de Osvaldo Golijov, es otro de los puntos fuertes de la película, una mezcla de jazz, que por momentos brinca a los arreglos orquestales de las grandes épicas bíblicas (la trama toma lugar en Nueva Roma, después de todo), el diseño de sonido, en general, está muy bien logrado. Por desgracia, los efectos visuales de algunas escenas y secuencias no están a la altura del resto de la película, lo que parece ser el resultado de una combinación letal de falta de tiempo, dinero y experiencia con efectos generados por computadora, estas fallas varían de pecados comunes (como el evidente uso de pantallas verdes), a elementos tan mal ejecutados que en realidad le restan a la experiencia, al grado que preferiría que Coppola hubiera tomado el mismo acercamiento a esta producción que tuvo con su versión de Drácula.
Mira hacia arriba, cicerón.
Pero, a pesar de todas las inconsistencias, fue el desenlace de la película lo que terminó de convencerme en darle una reseña positiva (así como una recomendación, es difícil determinar cuanto tiempo una película como esta va a pasar en cines, pero en realidad vale la pena verla en la pantalla grande), al final, Catilina logra construir su utopía, y parado frente a una turba enfurecida por el desperdicio de recursos y desplazamiento de hogares, entrega un buen discurso sobre la importancia de los sueños y el diálogo entre las personas (evocativo al trabajo de Chaplin en The Great Dictator). Esto me recordó mucho a lo que sucedió en el alunizaje del ’69, donde la gente, con justa razón, se quejaba del desperdicio de los recursos gubernamentales en lo que se veía como una tarea inútil, llegar a la luna no le iba a proporcionar nada tangible a la humanidad, sobretodo cuando había verdaderas necesidades humanitarias que atender en la tierra (este sentimiento lo podemos ver retratado en películas como First Man); sin embargo, una vez que la raza humana llegó a la luna, la maravilla de la hazaña fue suficiente para convencer a la gente que el esfuerzo había valido la pena (a pesar de no haber obtenido nada tangible a cambio), para quienes no estuvimos para presenciar dicha maravilla, recomiendo mucho escuchar la charla “Moonwalk The Outward Journey” de Joseph Campbell, impartida el 25 de febrero de 1970, en Cooper Union, meses después del segundo alunizaje. En otras palabras, Megalópolis me recordó al poder de soñar, y, por ende, al poder del cine (pues el cine no es más que sueños lúcidos), la importancia de aspirar a más de lo que podemos ser, creer en un mundo mejor, y trabajar activamente en conseguirlo. Esto es particularmente importante hoy en día, cuando parece tan difícil soñar, con tantas crisis vividas, y muchas más en puerta, por eso es tan importante creer en un mundo mejor, uno que no esté diseñado alrededor de ilusiones como la política y los mercados financieros, sino en la realidad innegable del espíritu humano.
Así es que, querido lector, le propongo un brindis, por Francis Ford Coppola, un hombre que se atrevió a soñar y sus sueños nos han otorgado algunas de las mejores películas de todos los tiempos; y porque nunca dejemos de soñar, quien sabe al final del día a donde nuestros sueños nos lleven.
Aspectos Técnicos:
Dirección: Francis Ford Coppola.
Guión: Francis Ford Coppola.
Elenco principal: Adam Driver, Giancarlo Esposito, Nathalie Emmanuel, Laurence Fishburne.
Música: Osvaldo Golijov.
Cinematografía: Mihai Malaimare Jr.
Edición: Cam McLauchlin, Glen Scantlebury, Robert Schafer.
Diseño de Producción: Beth Mickle, Bradley Rubin.
Comentarios