Los malvados huyen cuando nadie los persigue.
Había una vez... en Nuevo México
Better Call Saul está de vuelta después de un año de descanso. La precuela de Breaking Bad ya se encuentra en su temporada final y, con cuatro capítulos, ha logrado estar a la altura, no solo de temporadas anteriores, sino, además, de su predecesora, por muchos considerada una de las mejores series de televisión de todos los tiempos.
Por esto, aprovecho para reconocer el fenomenal trabajo que los creadores Vince Gilligan y Peter Gould han realizado con esta serie. Uno de los pocos trabajos de verdadera televisión que hay ahí afuera. En esta era donde ya no parece haber creadores con las herramientas o el interés de hacer televisión "tradicional", Better Call Saul es un brillante ejemplo del por qué, bien ejecutado, la televisión puede ser verdaderamente impactante y gratificante.
Pero, antes de iniciar, ¿a qué me refiero con “televisión tradicional”? Hoy en día y, después del revolucionario modelo de Netflix de lanzar todo de trancazo y que la gente lo vea todo de jalón o a su tiempo, los creadores de series de televisión tenían que ajustarse a las reglas establecidas por las televisoras. Es decir, una duración aproximada de cuarenta y cinco minutos (para dramas), para tener alrededor de quince minutos de comerciales. De esta forma, el guión no solo debía estar ajustado a este límite de tiempo, además se tenía que estructurar considerando los espacios para los comerciales. Vince Gilligan, uno de los veteranos del medio y quizá el mejor al ejecutar este formato, entiende a la perfección que, debido a su naturaleza, hay una diferencia esencial entre “cine” y “televisión”. Aunque, hoy en día, la línea que los divide no es tan clara, con series que parecen más bien películas de seis a ocho horas, la verdadera fortaleza de la televisión no radica en tener una experiencia de “cine” en casa, sino en la ventaja que el formato le facilita de contar múltiples arcos de personajes alrededor de muchas horas y temporadas. Esto no significa que la cámara no tenga que moverse de forma cinemática o que la iluminación deba de ser plana, con sets falsos. Al contrario, se debe de usar el lenguaje del cine, pero esa no debe de ser la finalidad. De hecho, el uso de la cámara en Better Call Saul es mejor que en muchas películas, la cámara se mueve con propósito para contar la historia, el bloqueo de cada escena es, por lo general, inspirado y la composición de cada toma es espectacular, pero esa no es la finalidad, su objetivo es contar y desarrollar los arcos narrativos de los personajes que ha establecido por un plazo de seis temporadas.
Entender esta diferencia fundamental es lo que hace la distinción entre un gran programa de televisión y uno mediocre. Hoy en día, parece ser que se ha perdido el arte de hacer gran televisión, la libertad proporcionada a los creadores por parte de las plataformas de streaming parece haberles quitado la disciplina que se requiere para hacer un verdadero gran programa. Ni si quiera algo como Ozark con aspiraciones similares a Breaking Bad puede compararse en niveles de estructura o ritmo, porque está diseñada para ser maratoneada, no tiene que preocuparse por estructurar sus episodios alrededor de comerciales, ha ser discutida semana a semana. ¿Cuál es el beneficio de terminar el episodio en una decisión polémica de un personaje cuando la audiencia no tiene tiempo de meditar sobre la decisión y sus posibles consecuencias? ¿Qué ventaja existe en terminar el episodio en un momento de shock cuando la audiencia puede saber el resultado de forma inmediata? Aunque estos elementos pueden hacer que una serie se vuelva “maratoneable” le resta agencia a la audiencia, nos volvemos más pasivos al interactuar con la serie al perder estos espacios de tiempo entre episodios. Solo imagínense el impacto cultural que una serie como Squid Game (el último verdadero gran éxito de Netflix) hubiera tenido si sus episodios se hubieran lanzado de forma semanal. Imagínense experimentar un episodio como Kkanbu y tener que pasar una semana con las decisiones de los personajes, esperando el resultado y poder comentarlo con las demás personas, antes de saber que era lo que les deparaba el futuro.
Por lo anterior, considero destacable el trabajo de Vince Gilligan y Peter Gould con la brillante Better Call Saul, en mi opinión, el mejor programa de televisión que está al aire en la actualidad, por lo menos por lo que respecta a “televisión tradicional”. En esta última temporada, James McGill se encuentra en las fases finales de su metamórfosis para convertirse en el abogado criminal Saul Goodman y, si los cuatro episodios que han salido a la fecha son alguna indicación, esta será una gran temporada de televisión.
Esta temporada está compuesta por conclusiones, con Lalo Salamanca en un camino de venganza, el destino de muchos de los personajes parece estar en juego. Como Nacho, el pobre peón atrapado en la guerra fría entre dos facciones del cártel. ¿Y qué será de Kim Wexler? Uno de los personajes favoritos de la serie y uno de los mejores personajes que se han creado para televisión, brillantemente interpretado por Rea Seehorn (quien también dirige en esta última temporada).
Uno de los aspectos más disfrutables de Better Call Saul son sus personajes, no del todo malos, que, por algún motivo, una vida honesta nunca fue una opción. En los primeros episodios, Saul y Kim han puesto en marcha una última estafa que involucra a su colega y ex-jefe Howard Hamlin. Es fascinante y deleitante ver como planean y ejecutan esta estafa, pues, en el mundo de Better Call Saul, cada cuadro, cada secuencia, está construida como un misterio, un rompecabezas que nos es revelado lentamente mientras las piezas caen en su lugar, poco a poco, frente a nuestros ojos. Por ejemplo, nunca vemos el plan completo de Kim y Saul, vemos fragmentos, un cartulina con varios post its descansa en el piso de su departamento, observamos parte de las conversaciones que sostienen sobre cómo realizarán el plan, pero nunca tenemos la imagen completa, hasta que empiezan a ejecutarlo.
Vince Gilligan y el resto de su equipo se toman su tiempo, de esta forma, lo que en otros programas son tareas mundanas aquí se vuelven misterios ha ser resueltos por la audiencia, es esta participación activa que la serie demanda de su audiencia uno de sus aspectos más destacables. La serie constantemente te invita a que adivines que sucederá después y con personajes tan brillantemente escritos es difícil no estar involucrados y frecuentemente preocupados por su destino, aun cuando es el caso de personajes que han aparecido en Breaking Bad y que sabemos a dónde los llevarán los caminos que han elegido. Pero, en Better Call Saul, se trata más de transitar el camino que el destino en sí. Todo esto se debe a lo brillantemente escritos que están los guiones, cada línea de diálogo es una oportunidad para revelar más información de los personajes, sus motivaciones, sus sentimientos, su cosmovisión. Además, los guionistas y directores son suficientemente sabios y disciplinados para saber cuándo un momento de silencio o la ausencia de diálogo es más efectiva. Tomemos como ejemplo una escena de Hit and Run, el último episodio que ha salido, donde Kim recibe una noticia alarmante, donde no es el diálogo lo que nos informa la preocupación de Kim, sino el sutil miedo en su mirada, y el hecho de que trata de esconderlo. Es la preocupación que se filtra entre la imagen fuerte y “al grano” que el personaje está tratando de poner frente a la noticia que acaba de recibir que hace que la escena sea tan efectiva.
Hablando de actuaciones es de destacarse lo sólido que es todo el elenco y no solo me refiero al elenco principal quienes están dando lo mejor de sí en esta última temporada, sino en que cada persona que aparece en escena está perfectamente elegida, sus rostros pertenecen a esta versión de Albuquerque que han creado Vince Gilligan y Peter Gould -una de las facultades que comparten con los hermanos Coen- que le da un aire de surrealismo y misticismo.
En conclusión, esta última temporada de Better Call Saul parece que no va a decepcionar y será un digno, pero triste adiós a una de las mejores series de televisión que se han creado y un ejemplar proponente de por qué, cuando se ejecuta de manera adecuada, la televisión tradicional puede ser sumamente efectiva y un arte en sí misma.
Pueden ver Better Call Saul en Netflix, con nuevos episodios cada Martes.
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